Una escapada diferente a Barcelona
En los últimos dos años solo he escrito sobre lugares más o menos exóticos por motivos evidentes: he estado fuera. Sin embargo, hace ya un mes desde que regresé a España y aquí también hago mis escapaditas; sin ir más lejos, la de la semana pasada a la provincia de Barcelona.
Antes de nada, reconozco ser de esa clase de personas que cuando van a Barcelona no salen de Barcelona (ciudad). No importa los días que vaya, porque siempre tengo algo que ver, hacer o algún amigo al que visitar. Barcelona es mucho Barcelona, pero esta vez Ignacio me propuso un plan diferente; un plan que incluía montaña, pueblos, castillos y antiguas fábricas, entre otras cosas más.
[Fábrica de Can Llanes, uno de los escenarios de la película Pan negro (2010)]
Fui de cabeza, y lo pasé genial. La compañía aportó mucho, ya que nos reunimos unos cuantos amiguetes (Inés, Haritz, Guille y el propio Ignacio) a los que hacía bastante tiempo que no veía y con quienes fue toda una alegría reencontrarme. Los compañeros son lo primero, claro, pero el viaje no hubiera sido igual sin la belleza de los paisajes y el calor de la gente que durante esos días nos acogieron.
No tengo más que buenas palabras para las comarcas del Berguedà, Osona y del Bages, que fue las que nos dio tiempo a explorar. Hicimos tantas cosas en apenas tres días que sería muy difícil incluirlo todo en una sola entrada, de modo que he decidido hacer mi “Top 5”: las cinco cosas que más me gustaron (sin ningún orden en particular) y por las que sin dudarlo me volvería a escapar a esa zona, por si alguno estáis pensando en escaparos también y necesitáis ideas. Cuando los chicos de Minube saquen su vídeo, lo incluiré al final del texto para que veáis que efectivamente “Barcelona es mucho más”.
[Paseo en carro de caballos siguiendo el curso del río Ter, en Manlleu.]
Desconexión y naturaleza en los Pirineos
Partiendo del “asquerosamente bonito” (palabras textuales de sus habitantes, y con razón) pueblo de Castellar de N’Hug, hicimos una ruta de senderismo que nos llevó hasta La Pobla de Lillet pasando por las fuentes del LLobregat e iglesias románicas como la de Sant Vicenç de Rus, rodeados en todo momento de unos paisajes de ensueño. Naturaleza pura.
La ruta, de casi tres horas, es una gozada porque prácticamente es bajada todo el tiempo (aunque al día siguiente nuestras piernas lo notaron igual); y yo, que aproveché para adelantarme a mi aire en un par de ocasiones, disfruté muchísimo jugando a descubrir sonidos, olores y otras sensaciones: pajaritos por aquí, un riachuelo por allá, flores de todos los colores, el cosquilleo del sol sobre la piel… En lo personal fue terapéutico, y el paseo en sí, precioso; con final en los Jardines Artigas, diseñados por Antonio Gaudí. Muy recomendable.
Historia, castillos y leyendas
En esta categoría tendría que hablar de muchos lugares. Me encanta la Historia, y en este viaje fui afortunada porque todos los días tuvimos buena ración de ella, en las visitas a la Catedral de Manresa, su Calle del Balç (ahí donde está, tan pequeñita y escondida, te transporta en el acto a la época medieval), el Castillo de Tous y el Castillo de Cardona, por dar algunos ejemplos.
[Visita teatralizada en el Carrer del Balç, una calle medieval que ha sobrevivido al paso de los siglos.]
Pero, si tengo que quedarme con algo, Cardona es con diferencia la ciudad que más me sorprendió. Me dejé llevar sin saber nada, y descubrí un tesoro para alguien como yo: un lugar donde aprender y revivir la Historia. A destacar su Castillo, cuyo importante papel en la Guerra de Sucesión española desconocía por completo. Si su silueta dibujada en lo alto de una colina resulta imponente, su interior no se queda atrás, pues entre otras cosas alberga una iglesia -la de San Vicente- cuyas dimensiones, al entrar, se revelan de repente para dejarte sin aliento.
[Iglesia del Castillo de Cardona, una iglesia románica con pretensiones de catedral gótica.]
No puedo dejar de señalar un punto importante, y es que en esta ciudad tuvimos una guía de excepción, Mónica, capaz de embobarnos a todos con sus palabras. Se nota que le gusta su trabajo, es una auténtica fuente de información de la historia y leyendas de la zona, y lo cuenta todo tan bien que nos daba la noche y no nos queríamos ir. Así da gusto.
El “oro blanco” de Cardona
También en Cardona visitamos el Parque Cultural de la Montaña de Sal. Éste merece su párrafo aparte porque el interior de la mina es sencillamente ALUCINANTE, tanto por su belleza geológica como por la historia que tiene detrás.
[Un mundo subterráneo de estalactitas y estalagmitas de sal.]
Y aquí debo destacar nuevamente las explicaciones de Mónica, quien hizo nuestra visita mucho más enriquecedora. Porque si bien el tramo visitable es de una belleza asombrosa, a mí lo que más me impactó fue lo que no pudimos ver, sino solo imaginar gracias a sus palabras: kilómetros y kilómetros de galerías, cerradas desde el año 1990 y ahora completamente inundadas tal cual las dejaron, con toda la maquinaria dentro, como una ciudad abandonada. Imaginarlo resulta estremecedor.
Gastronomía: vivan los productos de proximidad
Y llegamos a mi parte preferida. Ya sé que he dicho que esta lista no sigue ningún orden en particular, pero uno de los primeros recuerdos que se me vienen a la cabeza al pensar en esta escapada es lo bien que comí. Y, dicho por mi, tiene mérito. No por mala comedora (nada más lejos de la realidad), sino por vegetariana, lo que me supone un pequeño problemilla en casi cualquier lugar al que vaya. No allí.
En la provincia de Barcelona comí mucho y bien, y esto fue en buena parte gracias a lo implantada que está la cultura del comercio de proximidad. Esto se traduce en muchas cooperativas que acercan los productos directamente del huerto al consumidor final, muchas cervezas artesanales (súper de moda en esa zona) y muchos restaurantes que basan su cocina en ingredientes frescos y locales: legumbres, cereales, verduras, hortalizas, setas (ADORO las setas)… La provincia de Barcelona es un paraíso gastronómico para alguien como yo, y para cualquiera.
Así que lo confieso: mi parte preferida del viaje fue el taller de cocina vegetariana y ecológica que hicimos en El Molí del Casó (Baga). Evidentemente esto no lo habían preparado para mí, así que fue un golpe de suerte en toda regla. Me encantó.
Para empezar, el lugar es una cucada, con una decoración que me hizo arrancarme a cantar la sintonía del mítico programa de TVE Con las manos en la masa en cuanto entré en la cocina. Nos divertimos muchísimo aprendiendo a preparar un montón de platos distintos: champiñones rellenos, pizza, revuelto de trigueros… todo con productos de su huerta (o las cercanas). Tomates que saben a tomates, no sé si me entendéis ;) Para los veganos: algunas recetas incluían queso o huevos, pero eran fácilmente ajustables para una dieta más estricta. No os lo perdáis.
[Fotillo de Instagram de mi momento «Con las manos en la masa». Cuánta felicidad.]
Turismo activo
Para terminar, y en relación al punto anterior, lo bueno de este viaje es que, a pesar de lo mucho que comimos, la báscula no nos traicionó al volver a casa. Y es que en esa zona hay tantas opciones para quemar calorías divirtiéndote y disfrutando de los paisajes que, aunque quieras, no engordas.
A la ya citada caminata en las fuentes del Llobregat, añadid un paseo de hora y media en bicicleta por los alrededores de Manresa, introducción al nordic walking («caminata nórdica», o lo que es lo mismo: andar con palos. ¡Qué risa, por favor!) en Tous… y os haréis una idea del estado en el que llegué a casa después de esos tres días sin parar: cansada, pero feliz. Y con ganas de volver :D
[No tengo fotos de los momentos «activos» por razones obvias, así que pongo ésta del lugar donde recogimos nuestras bicis en Manresa. Un local compartido por MBICI y una cooperativa de comercio de proximidad. Así de unidos están gastronomía y deporte en la provincia de Barcelona ♥ ]
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